Siempre fui un pésimo alumno. Mi paso por la primaria fue nulo, por la secundaria, pésimo. Me echaban de todos los colegios. Pasaba de los colegios privados a los estatales peores vistos con una facilidad en la mudanza, que a veces hacía que mis estadías por algunos colegios fuera de cuatro meses, de dos semanas. En un mismo año recuerdo haber paseado por 3 o 4 colegios. En los primeros, los privados, me dejaban a entrar con mis amonestaciones a cuestas gracias a la cuota que habrían de abonar mis viejos en el afán que yo cumpliera los deberes que hacen a la educación de cualquier adolescente. En los segundos, yo era un nene de pecho al lado de los delincuentes que yiraban por ahí. Lo cierto es que ni en unos, ni otros me sentía parte, ni en uno ni en otros “funcionaba” en el sistema.
Algunas de mis profesoras me tomaban por rebelde, otras por estúpido, otras por loquito y otras llevaban aún mas lejos el juicio diciendo que yo me hacía el rebelde, me hacía el estúpido, me hacía el loquito. Lo cual era el peor insulto que me podían brindar. Naturalmente, yo prefería “ser”, a “hacerme”. Encontraba (quizás inocentemente) que todo eso me distinguía de alguna manera. Intuía que todo eso era una pérdida de tiempo, hoy lo sé con exactitud.
Pero no quiero hablar de los maestros en si, los cuales hay gigantes, menores, nulos, de todo tipo y color. Y en una misma escuela conviven en su heterogeneidad. Y es gracias a la individualidad de algunos maestros que yo me he encontrado con personas que me han abierto mundos que son los que hoy me habitan, que me han brindado más de lo que ellos mismos saben. No, no es de lo maestros que va la cosa sino, más precisamente de las escuelas aunque en éstas también existan los otros maestros; "los guardianes del conocimiento, de los pilares éticos y morales, los reductores de consciencia"
Siguiendo....
Durante los primeros años de escuela, mi vieja trataba de convencerme de las futuras utilidades de mi educación, hasta que finalmente por convencimiento, o por cansancio terminó dándome la razón, y su discurso se transformó más en un aliento a superar ése obstáculo llamado educación primaria, secundaria media. Era simplemente algo que había que terminar para no tener que pensar más en eso. No sé porque, creo que a nadie le serviría un consejo así.
Pero eso era lo que yo necesitaba escuchar… Yo necesitaba que alguien me diese un porcentaje de esa verdad que yo creía entrever. Necesitaba que alguien me dijese… “Es injusto. Es inútil. Pero lo tenés que hacer”. Y ahora que ya pasó algún tiempo, siento un orgullo infantil por ella, y una ligera satisfacción por haberle seguido el vuelo.
Todo eso no sólo sirvió para ver cuan inútil era todo eso sino que, en ése obstáculo iban a estar más que mis años de primaria, secundaria y demás. Hasta el día de hoy sigo siendo un pésimo alumno, y lo peor es que me siento orgulloso de esto.
Sin dudas ser un pésimo alumno no quiere decir no querer aprender.
El alumno que yo no quería, ni pretendía ser, era el que era “premiado” con dieces. Yo creía dilucidar, que había un aprendizaje que no me tenía en comparación de nadie, ni de ningún porcentaje o concepto sino, con respecto a >mi mismo. Hay en todo esto en lo que pienso quizás, una actitud similar (sólo en el aspecto a la relación formal de escuela - norma) a la del cínico Antístenes, y digo similar porque es muy fácil que los conceptos adquieran el grado de escuela, cuando pretenden ser comunicados, "enseñados", independientemente del ámbito, o establecimiento donde se impartan, e incluso muy a pesar de no ser la intención buscada.
La escuela no es únicamente el ámbito sino, toda aquella verdad que se difunde e impone como única verdad, enmascarada en didáctica. Lo que me interesa en el cinismo es sólo la "actitud" cínica, que se burla de cualquier verdad, la que merece en este caso, mi atención. Ya que en si misma, también se trasformó en escuela.
El pensamiento crítico, lamentablemente, está disociado de la escuela. Un buen alumno, como lo entiendo yo, debería ser una infección dentro de la escuela que lo formó. Un traidor, y en esta traición estaría su mejor aprendizaje, su más sincero agradecimiento. Y no es una traición, o una hostilidad hacia la escuela. Muy por el contrario, si la escuela realmente es grande, habrá ayudado a esta traición. Y el alumno sí se encontrará, quizás unido a ella en una unión consciente e independiente.
Y para ser traidor, mejor ser uno muy bueno. Ahora, si esta traición se ejecuta sin filosas armas que puedan sostenerlo, manteniéndolo independiente, el alumno es un suicida o, un estúpido.
Pero, preferible quizás eso...
Apuntes sin conclusión. Ideas liquidas. Reflexiones anodinas. Bocetos eternos. Críticas que no son críticas sino, miradas sobre el trabajo de otros artistas y colegas. Recomendaciones que no son recomendaciones sino, invitaciones a participar de una obra. Juegos del lenguaje y otros combates. Reflexiones de goma. Contradicciones y fragmentos del pensamiento de un actor en Argentina que desea creer, que piensa sobre el ámbito en cual produce su oficio.... TEATRO.
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