Durante algunos años trabajé como iluminador en un Teatro por el cual pasaban diferentes tipos de propuestas espectaculares. Más alla de entrenarme de la mano de fantasticos maestros (Técnicos, acomodadores, maquinistas, directores, etc)donde podía interiorizarme en lo que hacía al trabajo que circunda y hace a un espectáculo sea éste de danza, teatro o música, podía también observar, y estudiar a distintos actores de todo tipo, tamaño, y formación.
Me resultaba interesante ver como un actor “prolijo” “estudioso” terminaba aniquilando a base de rigurosos rituales lo que en las primeras funciones era emoción pura, aquí y ahora.
Estos actores, profesaban la religión del estructuralismo más exacerbado y entendían que para hacer teatro, uno debía ser una persona especial, sensible, encontrarse de alguna manera “más allá del resto”. Uno debía (el actor serio) convertirse en “UN ARTISTA”, y para ello llegagaban tres horas al teatro y “preparaban su instrumento”, como se dice, lo cual me parece muy bien si no se entra en plano de la estupides mística, en el cual el actor se convierte en un ser supra terrenal parecido a un dios buda al cual entre telones ningún ruido, ninguna desconcentración puede afectar. Idea que queda arrojada por el suelo cuando en la sala suena incansablemente un celular.
Algunos actores no hablan hasta sino dentro de la función (El objetivo aquí es claramente introspectivo); otros comienzan a gritar sin cesar durante media hora haciendo todo tipo de gorgoteos, alaridos, espasmos y demás encuentros del tercer tipo a fin de, "ponerse para afuera".
Es cierto, cualquier persona ordinaria (no tan artista) que viese a un actor de esta clase, pensaría que ese alguien sensible definitivamente no está en sus cabales, y quizas tuviese razón. Pienso que nadie que esté en su sano juicio reconocería el vanidoso placer de mostrarse en vistas a un supuesto mensaje que es imprescindible transmitir através del propio cuerpo, y ni que decir del espiritu en función de esa otredad posible que es el material del autor, o del director.
Pero a ver, volviendo a este "chequeo" del actor serio, es digamos, fruto de grandes estudios en el campo del teatro y de la pedagogía teatral, que han entendido que es este un buen camino (Y qiuizás lo sea para algunos)Creo enbtonces, que puede ser interesante ver en esto,a veces, una repetición autómatica de mecanismos externos estereotipados, y vacíos.
El hábito no suele siempre hacer al cura, ni el ritual al buda.
Es decir, muchos actores no "chequean" su "instrumento" de "verdad"; la voz, el cuerpo, el ánimo. La "verdad" a la que tanto persiguen se muere antes de ver la luz. Están tan enamorados de si mismos y de lo que creen “una manera seria” de tomarse el teatro que ejecutan este ritualy lo convierten en una rutina boba, que resulta ser un bálsamo de seguridad aprehendida en alguna seria institución artística. Lo que deberia ser un trabajo de búsqueda constante se transforma en el cuerpo sin huesos de un proceso llano que no se piensa a si misma…
A estos mismos actores no se los puede molestar.
Hay que hablarles bajito; hablarles con un respeto con el que se le habla a un obispo. Ellos se transforman en una especie de cirujanos de corazón narcisos; disfrutan repetir incansablemente la escena del “actor que se prepara”. Pero son unas marionetas movidas por el hielo de la costumbre establecida.
Son los mismos que se ven alterados por cuanta gente hay en la sala; por cuantas entradas se vendieron; por si otra obra en cartel los está “opacando”.
Estos actores, bajo la premisa de “que el texto hable”, defenestran por incapacidad propia muchas veces, “el arte de la improvisación”. Entienden que hay un texto que uno debe respetar a raja tabla (opinión en la que coincido dependiendo del material) Y que, se debe respetar en el plano de la escena; critican (con razón quizás en algunos casos) a los actores que presos de un público demasiado generoso, bruto o cholulo los arranca de la fabula de la obra; critican al actor que se libera del texto porque arguyen aquello que de: "Lo que ese actor está haciendo, es suplir con “ocurrencias” lo que no puede transmitir através del texto, se aleja de la obra para acariciarse el mismo”, dicen. Y yo creo en esto, y coincido, y pienso que es muy ciero que esto se dá comunmente.
Pero se encuentran ellos mismos (tan preocupados en la paja del ojo ajeno) muy próximos a caer en el mismo peligro; están sujeto a maniobras duras. “Tal acción lleva a tal otra y esto produce la imágen en mí, yo agarro este vaso de agua y cuando lo tomo siento la sensación de alivio y desde ahí digo mi texto” dicen…. y yo creo que esto está muy bien… Muy bien… A veces!!!.
Un día no tengo ganas de tomar agua.. estoy harto de tomar agua… Me estoy haciendo pis en escena (porque eso también les pasa a los actores serios) y no se produce lo mismo. Y no creo que se tenga que dejar el vaso para ponerse a orinar en el escenario De lo que hablo es que hay algo que ya no es como siempre. A esto se podría retrucar que el actor debería llegar al mismo fin através de un camino distinto, y esto me gusta mucho, es realmente un placer pensar y poder llegar a Roma, a través de otro sendero. Pero la obra se mueve, y debería (dentro de sus reglas) permitirle abrirse a otros destinos que no conduzcan al evidente, al conocido. Pienso que de lo contrario, el material se vuelve un fósil, la ilusión de algo que en algun tiempo significó en su paradigma. Es obligación del director advertir el paso del tiempo para que la obra no se corra de lo que propone pero, es obligación del actor dirigir su movimiento para que se encuentre acorde con la obra que se quiebra a si mismo junto a él mutante. Con lo que deberia resultar que si bien existe un plano, una partitura como lo afirmaba Meyerhold, esa partitura posee lugares de “sombra”; espacios vacíos, no justificados, no “psicologizados”…
Particularmente disfruto los directores que guían através de preguntas, a la manera socratica. Es en esos directores con los cuales me gustaria trabajar, aquellos que comprenden que quizás todo, no es más que una perspectiva posible entre otras también factibles pero no acordes a la subjetividad de la mirada que guía al actor.
Pineso asi mismo, que también hay un ritmo interior que ese actor debe poseer, practicar y pefeccionar; una consciencia, y una atención hacia si mimso, y hacia el espectador para el cual destina su trabajo.
Creo que su actuación no puede ser la misma porque él no es el mismo todos los dias, ni el publico, ni el universo donde desarrolla su acción. Y este cambio (Del actor sobre el material)es una modificación que no necesariamente debereía verse reflejada desde el cuerpo, ni desde el plano espacial, ni desde una perspectiva anarquíca que no acepta la subordinación al texto dramático, y a todo la cantidad de signos del ual se desprenden y emaanan.
Es desde la búsqueda en escena y en ése momento real de la presentación, donde el actor debe evitar caer en la repetición de la emoción artificiosa y hueca…
He visto ensayar actores algunos llantos antes de entrar a escena. ¡Ensayan llantos!
Porque creanme aun sigue habiendo en Argentina actores que creen que el llanto es sinónimo de drama. ¡Que ridículo!. Cuan dramático puede ser una risa con sorna en un momento determinado. Cuan dramático puede ser un silencio, una burla, etc.. Y esto lo entendía muy bien el maestro Bergman.
En fin… Trabajemos por un teatro vivo no desde el lugar de “Actores” que difieren y son, lejos y “sobre” la realidad que reconstruyen, sino desde “actores inmersos en mil mundos” que pueden ser los suyos…
Apuntes sin conclusión. Ideas liquidas. Reflexiones anodinas. Bocetos eternos. Críticas que no son críticas sino, miradas sobre el trabajo de otros artistas y colegas. Recomendaciones que no son recomendaciones sino, invitaciones a participar de una obra. Juegos del lenguaje y otros combates. Reflexiones de goma. Contradicciones y fragmentos del pensamiento de un actor en Argentina que desea creer, que piensa sobre el ámbito en cual produce su oficio.... TEATRO.
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